En plena antesala del curso Conectivismo y Conocimiento Conectivo, que dictarán George Siemens y Stephen Downes en Septiembre, han surgido algunos debates sobre los principios que fundamentan el Conectivismo, siendo quizás el más controvertido, bajo mi punto de vista, la afirmación de que “el conocimiento puede encontrarse en artefactos no-humanos, y el aprendizaje es posibilitado/facilitado por la tecnología” (Knowing Knowledge, 2006).
La Inteligencia Artificial (AI), definida como un sistema que percibe el entorno y decide las acciones que tienen mayor probabilidad de éxito para interactuar con él, tiene implícito el razonar, conocer, planificar, aprender y comunicar. ¿Pero qué pasa con la conciencia?. ¿Pueden las máquinas pensar conscientemente? Desde sus inicios los investigadores en esta área desarrollaron algoritmos que imitaban el proceso de raciocinio del ser humano para resolver problemas, pero el inconveniente, de acuerdo a los científicos cognitivos, reside en la conciencia, factor imprescindible para resolver problemas abstractos, que requieren algo más que deducción y razonamiento (sentido común). Esto sólo se adquiere a través de vivencias y un vasto conocimiento del mundo (representaciones).
Por eso me llamó la atención un artículo de dos neurocientíficos, Christof Koch, profesor de Comportamiento Cognitivo y Biología en Caltech y Giulio Tononi, profesor de psiquiatría en la Universidad de Wisconsin, Madison: “¿Pueden las máquinas ser conscientes?"
Admiten no saber cómo definir conciencia, “esa enigmática vida interior de la mente”, ese torbellino de pensamientos y sensaciones que ocurre cuando vemos a un ser querido luego de una larga ausencia, o cuando escuchamos un exquisito violín o el saboreo de nuestro plato favorito. Nace en el cerebro, no se sabe cuándo ni cómo, ni si opera en un circuito especial de neuronas u de otro tipo. Con tanto desconocimiento, ¿cómo saber si ésta puede ser creada artificialmente? Pero algo sí sabemos, y es que “en los seres humanos y animales, el contenido específico de cualquier experiencia consciente- ha sido proporcionada por las partes de la corteza cerebral”, la capa exterior de materia gris asociada con el pensamiento, acción y otras funciones cerebrales superiores”. Esto quiere decir que uno puede percibir con los ojos, nariz, boca, orejas, piel, pero perder totalmente la conciencia si la corteza cerebral resulta dañada.
Interesante y sorprende, por lo menos para mi, resultó la lista de aspectos de la conciencia que, de acuerdo a estos dos neurocientíficos y con datos procedentes de estudios clínicos y de laboratorios de investigación básica, no se necesitan para construir una maquina consciente: las emociones, la atención selectiva, la memoria, la auto-reflexión, el lenguaje, la detección del mundo, y actuar en él.
Entonces, ¿qué es necesario? ¿Cuáles son las propiedades esenciales de la conciencia, sin las que no hay experiencia alguna? Los autores creen que la respuesta es “la cantidad de información integrada que un organismo, o una máquina, puede generar”. Como ejemplo: cuando usted ve conscientemente una determinada imagen, tiene esa imagen como un todo integrado. No importa lo mucho que intente, no puede dividirla en pequeñas imágenes y no puede experimentar sus colores con independencia de las formas, o la mitad izquierda de su campo visual separado de la mitad derecha. La base de esta unidad es una multitud de interacciones causales entre las partes pertinentes de su cerebro. Para ser conscientes, entonces, tiene que existir una sola entidad integrada con un gran repertorio de los estados.
¿Cuál es la mejor manera de construir una máquina consciente? Contestan los autores que a través de dos vías: O bien copiar el cerebro mamífero o bien a través de la evolución de una máquina, ambos caminos demostrado ser muy difíciles, pero concluyen que para construir tal máquina, inevitablemente hay que obtener primero “la comprensión de nuestra propia conciencia”. Y del mismo modo que nosotros mismos hemos evolucionado para vivir y apreciar la infinita riqueza del mundo, también vamos a evolucionar las construcciones que comparten con nosotros la más inefable, la más subjetiva de todas las características de la vida: la propia conciencia.
Podríamos suponer, en base a todo lo dicho, que quizás no sólo las máquinas deberían evolucionar para lograr la tan ansiada conciencia, sino que también lo deberían hacer los seres humanos para adquirir la simbiosis necesaria con las máquinas inteligentes (¿Matrix?). De ser así la propuesta de Siemens es, si no válida, al menos lógica y pronosticadora de los cambios por venir en el área del aprendizaje.
1 comentario:
Mais perto que se pensa. Ver : The singularaty is near de Raymond Kurzweil http://en.wikipedia.org/wiki/The_Singularity_Is_Near#2045:_The_Singularity
Helena Ramos
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